jueves, 22 de enero de 2009

Del dicho (qué dijo) al hecho (qué hará)...

Puestos a pensar y elucubrar imagínense que un día le ascienden en su humilde puesto de trabajo. Les espera un gran sueldo, que conlleva una gran responsabilidad, en sus manos está el futuro de su empresa y dicho futuro pasa por remodelar los cimientos y filosofía de la misma. Pero claro, no todos aquellos que le han elegido piensan igual, además, muchos de los que no han confiado en usted le miran por encima de sus gafas, de esquinazo, por encima de sus hombros. En esta circunstancia, redacte usted un discurso de agradecimiento.

Eso le pasa a Obama, sólo que su puesto de mando viene con varios asesores que escribirán el discurso por él. Vaya este somero análisis del discurso en su honor, sacrificados escribientes: lo primero que destaca del parlamento de Obama es el sincero agradecimiento a George W. Bush: “por su servicio a nuestra nación, así como por su generosidad y cooperación…”, en fin, todo un gesto usual por esas tierras, que aquí sonaría a chino. Después vino una retrospectiva a todos los presidentes (siempre hay que dejar claro que todos venimos de aquellos padres fundadores). Una vez recordado el pasado, tocó el presente poco halagüeño. La crisis.



Fue cauto Obama, pero insinuó quienes son los culpables: “Consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también por el fracaso colectivo al elegir opciones difíciles y al intentar preparar la nación para una nueva era”, ciertamente eufemístico y muy suavizado en cuanto a la autocrítica, pero meritorio para un discurso de investidura.
Después del momento triste vino la llamada al trabajo de todos (lo que en campaña era la esperanza, ahora es trabajo) justificado bajo la apelación que los EUA son una gran nación que DEBE resurgir. A mentalidades foráneas les puede parecer pillado con pinzas, pero por esos lares debe de ser una buena argumentación, apelar al sueño americano como forma de resurgimiento es una buena vía.

En cuanto a las nuevas maneras de conseguirlo vino quizá lo más esperanzador del parlamento de Obama, citó, aunque también con circunloquios, las energías renovables y la reestructuración, por ejemplo, de una sanidad pública y gratuita: “La pregunta no es si el Gobierno es muy grande o pequeño, es si funciona, ya sea para ayudar a las familias a encontrar trabajo con sueldo decente, a dar una sanidad que puedan pagar y una jubilación digna”, y algo antes “pondremos la ciencia donde lo merece y aprovecharemos las maravillas tecnológicas para mejorar la sanidad y reducir su coste. Usaremos el sol, el viento y la tierra para alimentar nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas”. De verlo, a Joan Saura le debió caer la lagrimilla, sobretodo al acabar Obama con un “todo eso lo podemos hacer, y todo eso lo haremos”. También cito al sistema de mercado y insinuó que haría falta controlarlo más (nada que no hayan dicho ya todos).



Y luego vino lo único claro y conciso de su discurso: “Comenzaremos a dejar Irak, de manera responsable, a su pueblo, y a forjar una paz ganada con dificultad en Afganistán”, dar fechas hubiese sido demasiado pastel para un solo cumpleaños. Posteriormente, lanzó alguna proclama pacifista mezclada con autodeterminación de los ideales estadounidenses (sin mencioarlos) para con todo el mundo. Acabó volviendo a apelar a los sentimientos y anunciando que lo que “se pide ahora es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento, por parte de cada norteamericano, que tenemos deberes con nuestra patria y con el mundo”.

Obama intentó ya no contentar a todos, sino no descontentar a nadie y no dejó claro qué es lo que iba a cambiar con él. Bendijo a todos, bendijo a América y dio a ver que las cosas no podían seguir así. Eso sí, todo locutado y orado como él sabe, con maestría. Que Dios le bendiga, si así se inspira…

PD: Escuchando el discurso, uno piensa ¿qué es y dónde está Gaza?...

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