lunes, 17 de noviembre de 2008

¿Obama I?

Puestos a pensar y elucubrar, imagínense la campaña electoral de Obama como una mesa. Pues bien, esa mesa ha aguantado mejor que la de McCain ya que, aunque la pata del contenido político de sus discursos y la de su cierta incoherencia de promesas hayan casi cedido, la pata que representa el pathos de la argumentación y la que representa la publicidad tecnológicamente accesible a los jóvenes ha triunfado. Obama ha conquistado emocionalmente con el electorado ya que por contrario su propuesta política, sobre todo en materia exterior no difiere demasiado de la practicada por Bush durante ocho años.

Y todo esto es porque Obama -más allá de lo que pueda suponer para un país en el que hubo un apartheid hace medio siglo el que haya un presidente mulato made in Harvard- no parece que vaya a marcar un cambio de estilo en la política imperialista exterior de los EUA.

El ojo del enfoque militar estadounidense es el golfo Pérsico desde los años ochenta, cuando Jimi Carter sentenció que cualquier intento de toma de control de la zona sería considerado por EUA como un ataque contra ellos. Tanto, que con el retrovisor aun tiznado del polvo que levantaron las dos torres cayendo, los dos candidatos han mostrado su interés por dicha zona durante la campaña. El republicano McCain, refiriéndose a Irak, y el demócrata Obama, tratando a Afganistan y Pakistán, siempre han defendido el intervencionismo norteamericano en el Asia occidental. Ambas estrategias militares recuerdan las palabras de Donald Rumsfeld, exsecretario de Defensa: “Ningún rincón del mundo es lo bastante recóndito, ninguna montaña es suficientemente alta (…) para poner a nuestros enemigos fuera de nuestro alcance”. Y éstas recuerdan a las ridículas de un presidente bigotudo y cañí…

No es en vano que los EUA destinen más del 20 por ciento de sus presupuestos anuales al ejército, ni que tengan bases en más de cien países, ni que dieciséis de sus agencias de inteligencia estén repartidas por la geografía mundial. Como ejemplo sirva el proyecto Minerva, que con un presupuesto de 50 millones de dólares buscará la manera de saber “cómo algunos grupos extremistas toman decisiones que pueden parecer irracionales”, explica el profesor emérito de Historia en la Universidad de Princeton, Arno J. Mayer.

El informe que se redactó acerca de la postura que se debía seguir en Irak a finales de 2006, llamado Baker-Hamilton por estar coordinado el republicano y demócrata respectivamente, aconseja mantener presencia en el país “incluso después de la salida de las brigadas de intervención norteamericanas” e insta a que se refuerce el “despliegue de fuerzas terrestres, navales y aéreas desde Kuwai, Bahréin y Qatar” así como en Afganistán. Para la elaboración del documento se pidió consejo al Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS). De su elenco de miembros destaca Time Inc., Coca-Cola, Merrill Lynch, Lehman Brothers o ExxonMobil y de su elenco de financiadores destaca la fundación Bill & Melinda Gates.

Así es que, cuando en marzo de 2008 Obama declaraba que su política exterior deseaba “dar una vuelta a la política realista y bipartidista del padre de George Bush, de John Kennedy y, en ciertos asuntos, de Ronald Reagan” y todas las veces que Obama ha dado respuestas vagas respecto a sus intenciones en Irán; quizás en esos momentos lo que posiblemente pretenda Barack Obama es maquillar el desastre en Irak con nuevas intromisiones imperialistas por la zona, para asegurar quizá los negocios de venta de armas y amortizar el 20 por ciento del dinero público, que se gasta cada gobierno de EUA en hacer la guerra.

Ojalá me equivoque en todo: Quizá todo el entramado privado, público, civil y empresarial estadounidense que se beneficia de la guerra cambie su política. O quizá Obama intente desmantelar la subred de intereses bélicos al más puro estilo Kennedy. En ese caso, ojalá Obama no pasee por Texas a diez por hora en un coche sin techo. Ojalá me equivoque.


(Todos los entrecomillados están recogidos, y todo el texto está inspirado, en el revelador artículo de Arno J. Mayer sobre el tema, publicado en Le Monde Diplomatique en español el pasado septiembre)

lunes, 10 de noviembre de 2008

Victoria sabida, que no por eso menos importante

Puestos a pensar y elucubrar, imagínense que hubiese ganado McCain. Sí, hubiera podido pasar. Ya sea por el desmesurado apoyo que Obama recogía de fuera de EUA –si todo el mundo votase para las presidenciales, B. Hussein O. hubiese ganado por unanimidad– o por las encuestas siempre favorables o por la simple alegría e ilusión de que pase algo nuevo y poder contarlo a los nietos; por todo eso, la victoria de Obama era casi cantada. Y, en consecuencia, una victoria de McCain hubiese sido harto divertida. Caras extrañadas de locutores que pierden el rictus, guiones no improvisados pero sí poco preparados, fiestas demócratas –preparadas con antelación– anuladas por falta de motivos de celebración…

Por ello la noche electoral no emanó aquel morbo que mantiene enganchado a la tele para ver quién ganará, sino que los que perdimos algo de sueño lo hicimos para ver en qué magnitud Obama arrollaba a los republicanos o, quizá, por el morbo de vivir un resultado inesperado. Por aquella pequeña posibilidad que, aunque acallada, existía de que Obama cayese también bajo el síndrome Bradley.

La cronología fue la esperada, los sondeos de los primeros estados en cerrar empezaron dando una clara ventaja a McCain. Las principales cadenas de televisión norteamericanas no tardaron en informar de una incipiente ventaja del candidato republicano frente al demócrata. Pero se trataba de estados históricamente republicanos, que no le daban la victoria ni hacían presagiar realmente la sorpresa electoral. La marca del burro acabó por imponerse en los estados clave sobre las tres de la mañana (hora cañí): Ohio, Pensilvania y Florida sellaron el triunfo demócrata.

Todo lo que viene ahora podría haber sido grabado con antelación, pues era de esperar. Gentes de Chicago presas de la algarabía, vítores para Obama y millares y millares de negros saltando, besándose y festejando. También se aceptan nobles señoras que secan sus embriagadas lágrimas con pañuelos de seda y personajes emocionados con el triunfo de un mulato mestizo en las elecciones.

Periodismo de cuerpo no presente
No fue una noche para recordar en los anales del periodismo; ni hubo salsita por no haber hechos inesperados ni hubo dónde mojar en cómo hablar de lo que ya se esperaba. Eso sí, de entre el marasmo de negros, pobres, hispanos, blancos y animales de compañía ataviados de propaganda democrática (entiéndanse burros y no urnas) celebrando el triunfo de Obama surgió una figura de la nada, una revolución tecnológica al servicio del periodismo. Una insensatez vacua de interés que traspase el mero alarde de inversión económica.

Cuando el partido iba ya encarrilado para Obama, la CNN estrenó un cacharrito curioso. Conectó vía holograma con Will I Am, cantante del grupo Black Eyed Peas, quien hizo campaña con el demócrata y protagonizó, entre otros rostros famosos, el videoclip del ya archifamoso Yes, We Can. Quizá fue eso lo más vibrante de la noche, por lo absurdo de la iniciativa. ¿Para qué hacer aparecer al entrevistado dentro del plató? ¿No sería más periodístico –y menos caro– conectar con él en el sitio de la noticia? Por aquello de que el espectador establezca un vínculo con el ambiente del hecho noticioso...



Para las mentes perversas, como la mía, a quienes la noche electoral les pareció aburrida, sostengan la idea que la CNN hizo aparecer a Will I Am con un holograma ya que, en verdad, el afroamericano cantante se encontraba viviendo la noche electoral con McCain, su gran ídolo secreto.

Y una última consideración: de haber ganado McCain, imaginen qué carita se le hubiese puesto al exmarine en Vietnam. Algo así como cómo es posible o quizá ¿cuántos muertos han votado esta vez? Pagaría por verlo.

martes, 4 de noviembre de 2008

Voto latino

Puestos a pensar y elucubrar, imagínense que todos los territorios de la tierra volviesen a ser habitados por sus primogénitos moradores. Fuera las discusiones sobre si Estados Unidos tendrá o no presidente negro. Sería indio, aunque no se llamaría así, sería un americano…

Planteado el hipotético y no por eso menos absurdo panorama, creo conveniente hablar de la fuerza del voto latino, y su consecuente uso electoral, en las elecciones que ya se producen en EUA. Si antes lo fueron los negros, la minoría mayoritaria en el país son ahora los hispanos. Medio Caribe y parte de la América latina se ha visto obligada a probar suerte en el gigante estadounidense. Como suele pasar con todo fenómeno migratorio, quien llega último menos pastel tiene y a día de hoy la comunidad latina lucha por suavizar los duros trámites que han de pasar para acceder a la ciudadanía estadounidense (que allí se llama “normalización”). Los aficionados a la teleserie Los Simpsons recordaran aquel capítulo en que el regente hindú de unos ultramarinos conseguía la ciudadanía al aprobar un examen sobre costumbres, lengua y cultura norteamericana tras la inestimable ayuda de un patriota de pro: Homer …he ahí.

Este es uno de los temas que los latinos barajarán a la hora de decidir su voto. Y en esto McCain puede empezar a arrepentirse de pertenecer al mismo partido que George W. Bush. La propuesta de éste de penar con cárcel la inmigración (denominada) ilegal (es decir, sin permiso de residencia) debe levantar ampollas y lo que no son ampollas entre la comunidad latina residente en EUA, que mira al sur para recibir a sus familiares en su nuevo país. Ese tanto se lo apunta por eliminación el moreno Obama.

Eso sí, hay una manera (sin aprobar el examen) para que los “ilegales” no sean expulsados: entrar en las fuerzas armadas. No en vano el 20 por ciento del ejército de los EUA son latinos sin papeles. Eso sí, si los habitantes de la primera potencia económica mundial no disfrutan de seguridad social, la carne de cañón que Bush ha enviado a Irak para destronar al antiguo amigo Sadam (the best in the East, le llamaban) no tiene asegurada volver a casa íntegra. Ni volver a casa. Para adornar el panorama, he aquí la guinda agria: en el caso de que el sufrido soldado Pérez muera en combate, papá Pérez y mamá señora de Pérez, sufridos padres sin papeles de residencia de sufrido hijo muerto tendrán que volver a su país. Es decir, el gobierno deporta a los padres “indocumentados” de los latinos muertos en combate. Es evidente que la política militar de Bush no debe agradar demasiado a los latinos residentes, con papeles o sin, en los EUA.

Pero entonces, ¿cómo se explica que el grueso de latinos censados y registrados para votar diese apoyo a Bush hace cuatro años? Lo que los medios recogen es que la consonancia de pensamiento entre el texano y los latinos reside en las cuestiones morales. En temas como la eutanasia o el aborto ambos confluyen. Además, está Florida.

En ese estado-península del sur-este la vida gira de otra manera, gira entorno a Cuba. La mayoría de los latinos residentes en Florida (estado influyente sobremanera en el recuento de votos) son exiliados cubanos, evidentemente, anticastristas. Parece que con esto está dicho todo, aquello de llamar comunista a Obama no sólo era por exagerar su (ya de por sí exagerada) visión socialista de la economía y la gestión de la crisis. Y es que el comunista es aun el bicho malo que se esconde tras los cubos de basura para atracarte, violarte y escupirte en la cara.

Desde la gran madre patria (aquello que hay debajo de Nuevo Méjico) todo se ve con mucho escepticismo. Una encuesta que hacía pública la CNN hispana, el latinobarómetro, muestra el desinterés de América latina por las elecciones de EUA: un 29 por ciento aseguraba que a América latina le iba mejor Obama en la Casa Blanca, un 9 por ciento McCain y el resto pensaba que lo mismo daba negro que blanco. La valoración que hizo Otto Reich, ex-secretario de estado adjunto con Bush, fue clarificante: "Cuándo América latina ha estado satisfecha con los EUA" se preguntaba retóricamente.

Todo apunta a que el voto latino caerá del lado de Obama esta vez, quién sabe, hacer hipótesis de lo que pasará de aquí cuatro horas quizá es fútil. Lo que es seguro es que esta vez los latinos tendrán más que decir, pues puede que decidan si Sí se puede.