lunes, 10 de noviembre de 2008

Victoria sabida, que no por eso menos importante

Puestos a pensar y elucubrar, imagínense que hubiese ganado McCain. Sí, hubiera podido pasar. Ya sea por el desmesurado apoyo que Obama recogía de fuera de EUA –si todo el mundo votase para las presidenciales, B. Hussein O. hubiese ganado por unanimidad– o por las encuestas siempre favorables o por la simple alegría e ilusión de que pase algo nuevo y poder contarlo a los nietos; por todo eso, la victoria de Obama era casi cantada. Y, en consecuencia, una victoria de McCain hubiese sido harto divertida. Caras extrañadas de locutores que pierden el rictus, guiones no improvisados pero sí poco preparados, fiestas demócratas –preparadas con antelación– anuladas por falta de motivos de celebración…

Por ello la noche electoral no emanó aquel morbo que mantiene enganchado a la tele para ver quién ganará, sino que los que perdimos algo de sueño lo hicimos para ver en qué magnitud Obama arrollaba a los republicanos o, quizá, por el morbo de vivir un resultado inesperado. Por aquella pequeña posibilidad que, aunque acallada, existía de que Obama cayese también bajo el síndrome Bradley.

La cronología fue la esperada, los sondeos de los primeros estados en cerrar empezaron dando una clara ventaja a McCain. Las principales cadenas de televisión norteamericanas no tardaron en informar de una incipiente ventaja del candidato republicano frente al demócrata. Pero se trataba de estados históricamente republicanos, que no le daban la victoria ni hacían presagiar realmente la sorpresa electoral. La marca del burro acabó por imponerse en los estados clave sobre las tres de la mañana (hora cañí): Ohio, Pensilvania y Florida sellaron el triunfo demócrata.

Todo lo que viene ahora podría haber sido grabado con antelación, pues era de esperar. Gentes de Chicago presas de la algarabía, vítores para Obama y millares y millares de negros saltando, besándose y festejando. También se aceptan nobles señoras que secan sus embriagadas lágrimas con pañuelos de seda y personajes emocionados con el triunfo de un mulato mestizo en las elecciones.

Periodismo de cuerpo no presente
No fue una noche para recordar en los anales del periodismo; ni hubo salsita por no haber hechos inesperados ni hubo dónde mojar en cómo hablar de lo que ya se esperaba. Eso sí, de entre el marasmo de negros, pobres, hispanos, blancos y animales de compañía ataviados de propaganda democrática (entiéndanse burros y no urnas) celebrando el triunfo de Obama surgió una figura de la nada, una revolución tecnológica al servicio del periodismo. Una insensatez vacua de interés que traspase el mero alarde de inversión económica.

Cuando el partido iba ya encarrilado para Obama, la CNN estrenó un cacharrito curioso. Conectó vía holograma con Will I Am, cantante del grupo Black Eyed Peas, quien hizo campaña con el demócrata y protagonizó, entre otros rostros famosos, el videoclip del ya archifamoso Yes, We Can. Quizá fue eso lo más vibrante de la noche, por lo absurdo de la iniciativa. ¿Para qué hacer aparecer al entrevistado dentro del plató? ¿No sería más periodístico –y menos caro– conectar con él en el sitio de la noticia? Por aquello de que el espectador establezca un vínculo con el ambiente del hecho noticioso...



Para las mentes perversas, como la mía, a quienes la noche electoral les pareció aburrida, sostengan la idea que la CNN hizo aparecer a Will I Am con un holograma ya que, en verdad, el afroamericano cantante se encontraba viviendo la noche electoral con McCain, su gran ídolo secreto.

Y una última consideración: de haber ganado McCain, imaginen qué carita se le hubiese puesto al exmarine en Vietnam. Algo así como cómo es posible o quizá ¿cuántos muertos han votado esta vez? Pagaría por verlo.